No es de extrañar que la tercera ley cósmica contemplada en el libro II de la saga Hulupa D´hära, sea la Ley de Correspondencia o Ecuanimidad. Y dice lo siguiente:
"Devolver al Cosmos y al Creador, el agradecimiento debido por haber hecho uso del espacio y empleo de las energías involucradas, así como el enriquecimiento espiritual que conlleva el trabajo empleado por arduo que parezca".
Alguien me preguntó si esta ley es equivalente a la ley de atracción tan divulgada en estos tiempos.
Efectivamente, hablamos de la misma ley o principio universal. No olvidemos que las 12 Leyes Cósmicas o principios universales, parten de una única ley: La primera Ley de Polaridad.
Ciertamente todo parece converger en este principio de vibración y su particular aceptación irradiativa. Como no podría ser de otra manera. No se trata solamente de atraer las situaciones o las condiciones de vida que nosotros nos hayamos propuesto, sino que, más bien, somos nosotros los que aceptamos de buena o mala manera las condiciones que nos toque vivir en cada momento.
No atraemos el tener suerte, el conocer gente agradable o el hecho de vivir unas condiciones u otras, sino que, más bien; nos adaptamos a ellas. La predisposición a adaptarnos depende de nuestra percepción sicológica o preparación mental a que dichos estamentos sean o no tomados a buena o mala gana. La superstición es pura pertrechería, pues la suerte no existe. De ahí que hayan personas que vivan felices con poco y otras que nunca parecen ser saciadas. Todo es sicológico, pero si queremos trascender lo ambiguo y ganarnos el lugar que nos corresponde; no tenemos más remedio que agradecer.
Lo que ocurre, es que todo responde al principio de vibración, porque ello es lo natural. Todo es energía, magnetismo, atracción o repulsión, polaridad, vibración, etc. Nada es al azar, respondiendo a un orden establecido. Si no fuera así, la armonía no existiría. Y de hecho; existe. Tanto en lo microcósmico como en lo macrocósmico. El ser humano mismo, es un microcosmos dentro de un macrocosmos. Si somos capaces de elevar nuestra vibración interior, es seguro, que estamos siendo partícipes de la creación en la escala y orden que nos corresponde. El resto, depende de nuestra predisposición, experiencia, acritud sicológica, educación u orientación, medios que dispongamos, esfuerzo, etc. Todo responde a un orden. Si no somos capaces de sacrificarnos, no puede haber recompensa.